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Y el que se acoja a alguna de aquellas ciudades, se presentará a la puerta de la ciudad, y expondrá su caso a los ancianos de aquella ciudad; y ellos le recibirán consigo dentro de la ciudad, y le darán lugar para que habite con ellos.

Si el vengador de la sangre le sigue, no entregarán en su mano al homicida, por cuanto hirió a su prójimo por accidente, y no tuvo con él ninguna enemistad antes.

Y quedará en aquella ciudad hasta que comparezca en juicio delante de la congregación, y hasta la muerte del que esté como sumo sacerdote en aquel tiempo; entonces el homicida podrá volver a su ciudad y a su casa y a la ciudad de donde huyó.

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